It is said that when we are children, all of us are born with an innate capacity for lateral or divergent thinking and when the years pass, we lose that for different reasons. In fact, in an experiment developed by NASA in 2011 with a group of North American children in the State of Arizona, the result was that 98% of the examined children could be categorized as genius in imagination.
In that experiment they analysed through different games, the capacity that they had in facing problems and looking for innovative and creative solutions. When five years later they repeated the tests to the same group of children, only 30% of them got the same result. Again, five years later, they repeated the test and, in that case only 12% were classified as genius in imagination.
La pregunta es: ¿qué/quién nos hace que vayamos perdiendo esa capacidad con los años? ¿es la sociedad? ¿somos los padres? ¿somos nosotros mismos? Bueno, quizás es un poco todo, en conjunto. Según los científicos, terminamos llenando su cabeza de miedos y dudas, y eso hace que se adormezca su imaginación y esa capacidad que tienen para saltarse lo preestablecido y buscar soluciones creativas.
Hace unos días, estaba pasando una máñana de sábado con mi hija -lo que ella llama “día de padre e hija” :)- y mientras repasaba unos informes en el ordenador, la dejé un rato sola en el salón. Pasados unos 30 minutos, me llamó para que fuera a ver algo que había hecho. Cuál fué mi sorpresa, que al llegar me encontré encima de la mesa unos flyers caseros, que había hecho para publicitar su canal de Youtube.
Claro, si bien es cierto que ella se está criando en un entorno donde debido a mi actividad profesional, esto del márketing y la publicidad es algo que ha “mamado” desde pequeña; también debo reconecer en ella como fruto de la observación de casi 9 años, que tiene esa capacidad creativa desde una edad muy temprana.
Si nos centramos en el ámbito de las organizaciones, todos tenemos algún compañero que nos sorprende de vez en cuando, aportando soluciones creativas y haciendo que nos venga ese pensamiento de “qué tipo más ingenioso”. Por desgracia, la mayoría de las veces ese compañero no ocupa dentro de la empresa o institución donde trabajamos, un puesto que le permita desarrollar esa capacidad.
Existen numerosos tests de personalidad y análisis conductual, que nos permiten localizar y “catalogar” a esas personas que tienen esa inclinación creativa de manera innata, con independencia de lo que pueda demostrar en una entrevista de trabajo u cualquier otro tipo de observación más superficial. Algunos de los más conocidos son el Braincolor, DISC, MBTI, etc. O incluso algunos otros que permiten ver cómo se relacionan dentro una organización los diferentes perfiles como es el test BELBIN.
Todas estas herramientas nos facilitan que las personas consigan, lo que el escritor y experto en asuntos de creatividad Ken Robinson denomina en uno de sus libros “El elemento”. Es decir, alinear lo que nos gusta con lo que se nos da bien. De esta forma, se consigue el alto desempeño dentro de las organizaciones y unos niveles óptimos de bienestar para todos sus participantes.
Daniel Goleman habla de “coeficiente intelectual colectivo”, donde la suma del talento y la capacidad de todos los miembros, no suma, sino que multiplica. Obteniendo de este modo resultados exponenciales. De ahí la necesidad de reconocer en cada individuo esas capacidades y crear un entorno en el que se le permita desarrollar todo su potencial.
La historia está llena de grandes genios, que gracias a haber desarrollado su carrera dentro de un ambiente que les permitió “fluir”, consiguieron algunas de las mayores obras y creaciones de la humanidad (Leonardo da Vinci, Picasso, Edison, Einstein, Mozart, Henry Ford, …).
Si además nos focalizamos en actividades y trabajos donde esa habilidad se torna en imprescindible -como podría ser la figura del creativo dentro de un departamento de márketing-; resulta vital darle ese espacio en el que pueda crear, ser divergente, fluir y dar su opinión libremente. Solo así conseguiremos resultados excepcionales.
Decía Steve Jobs, que «[…] solo las personas que están lo suficientemente locas para pensar que pueden cambiar el mundo… son quienes lo cambian». Así que, a modo de reflexión -y parafraseando al genio de Steve-, ¿porqué no dejamos que esos “locos” hagan sus locuras y sigan creando cosas maravillosas?